miércoles, 13 de junio de 2012

CHAVÍN DE HUANTAR, por Alberto Benavides Ganoza


CHAVIN DE HUANTAR



Es clara mi vocación de cronista:

me gusta contar mis viajes espirituales o

espaciales. Ahora regreso de Chapín, al

comienzo del llamado callejón de Conchucos,

que corre paralelo al callejón de Huaylas.



Dos cordilleras separan a Chavín

del mar y otras dos corren al este y la separan

de la Amazonía. La voz “Chavín” dicen que

viene de Chaupín, que significa centro o punto

de encuentro en quechua. Lo que sí sabemos es

que ahí se encuentran las ruinas del más

sorprendente florecimiento de América:

Chavín. Los sacerdotes, no los guerreros,

generaron este extraño culto, seguramente

vinculado a la huachuma y sabe dios qué otras

plantas. John Rick (arqueólogo de la

Universidad de Stanford, que dirige ahora las

excavaciones en las ruinas de Chavín) nos

hace ver que las lápidas talladas no muestran

armas. El templo, dice Rick, muestra

conocimiento y convencimiento. Los chavín se

impusieron porque fueron ingenieros del agua.

Desviaron el río Mosna para hacer el patio

agua se encuentran debajo del templo y en los

alrededores. El templo se acaba de construir,

según data científica, el año 800 a.C.



Sabemos que Caral es más antiguo. Pero

no hay rating de antigüedad. Cada sitio, cada

huaca tiene lo suyo. Y el Templo de Chavín es

un monumento a la creación. El arte Chavín,

que alcanzó todo el Perú, que impuso el sello

de un estilo, y que no lo hizo por la fuerza

sino por el convencimiento. Los sacerdotes de

Chavín seguramente viajaron a lugares remotos

y sus artesanos enseñaron a labrar la piedra

y la tierra, y sobre todo, a conducir el agua y

llevarla por ductos cantando.



Nada entendemos del mundo y de la

mente de los Chavín, pero quizás, como dijo el

poeta de las Huaringas, Dimas Arrieta, quizás

podemos sentirlas, podemos exponernos a su

arte magnífico, sus huancas maravillosas, la

imponente arquitectura de sus templos. Quizás

el Templo de Chavín en conjunto sea una gran

maqueta ilustrando el manejo del agua.

No lo dicen los arqueólogos, pero creo

que el dios de Chavín es el dios del agua. Sus

sacerdotes conocieron secretos en los que

sustentaron su dominio espiritual sobre un

vasto territorio. Es el florecer del conocimiento

que levanta las voluntades para una obra

colectiva.



No cabe comparar nuestra sociedad con

algo tan remoto como Chavín. Pero para mí sí

hay una moraleja: la cultura y la inteligencia

pueden hacer más que la fuerza.



II



¿Qué más decir del dios de Chavín? Las

cabezas clavas (sólo queda una en el templo),

las piedras grabadas, el obelisco Tello y sobre

todo el lanzón, o la huanca, antropomorfizan

animales, especialmente el otorongo, el águila

arpía y las serpientes. Es el arte magnífico de

Chavín que todos los peruanos hemos visto,

por lo menos en reproducciones. El hombre se

hace ahí animal y emparenta con la naturaleza.

El hombre, el micro-cosmos, lo incluye todo

y se vincula a todos los seres, seguramente en



base a poderosos psicotrópicos, en particular

el cactus San Pedro. La comunión del hombre

con la naturaleza queda evidenciada en

esta extraña escritura en piedra. Sobre su

significado puede haber muchas hipótesis, pero

creo que la fusión del hombre con la naturaleza

es obvia ahí.



Sacerdotes de la naturaleza, los Chavín

llevaron su creación, su estilo, quizás su magia,

al norte y al sur del Perú. John Rick sostiene

que no se puede hablar de una cerámica o

una cultura propiamente Chavín fuera

de Chavín mismo…; los arqueólogos hablan de

estilos “chavinoides”, por ejemplo en Ocucaje

o en Paracas. Sea como fuere el “formativo”

de Chavín se extiende ampliamente y marca la

creación cultural por mil años. Los incas, otro

de los grandes florecimientos del Perú pre-

hispánico, duran a lo más 200 años; es verdad

que su vida fue interrumpida bruscamente

con la llegada de los españoles y la irrupción

del cristianismo. Propiamente, ahí podemos

reconocer recién al Perú nuestro, este país

mestizo desordenado y conflictivo.



Pero Chavín no será nunca una

antigualla sino un gran florecimiento, una

obra poética magnífica. Es poesía pura, aun

si escapa a nuestra comprensión. Recuérdese

siempre que poiesis significa hacer, obra

humana, porque la naturaleza, decía Platón,

es obra de arte divino. La creación humana

es auténtico hacer, escuchando sin duda

a la naturaleza, pero levanta las fuerzas y

educa a un pueblo. Así los Chavín enseñaron

agricultura, cerámica, orfebrería, textilería…

y nos dejan ahí un monumento a la creación

que será siempre sorprendente e inspirador en

la gestación de una patria que todavía tenemos

que construir.



Conviene terminar con la insistencia

de Rick en que estos no fueron guerreros sino

sacerdotes o quizás, más que sacerdotes fueron

grandes y pacíficos creadores, es decir, poetas.



Alberto Benavides Ganoza

Lima, junio 2012